viernes, 22 de octubre de 2010

CUOTAS (VS TECHO DE CRISTAL)


La cuestión de las cuotas como discriminación positiva a favor de la presencia de la mujer en puestos de relevancia política o empresarial me produce una clara sensación de rechazo, ya que cualquier discriminación siempre será positiva para quien se beneficie, a costa de ser negativa para otra persona. 

El argumento de que determinados segmentos sociales no se encuentran en igualdad de condiciones para competir, es muy utilizado, especialmente en lo que se refiere a cuotas reservadas para personas con discapacidad o en segmentos de población con especial riesgo de exclusión social, por poner dos ejemplos. Pero este argumento siempre me hace dudar sobre su aplicación a una mujer que puede ser sana, joven, con renta, cultura y formación por encima de la media. En este caso, ¿es el hecho de ser mujer suficiente como para equipararla a una persona con una discapacidad superior al 33% o a un inmigrante con otro idioma y cuatro hijos a su cargo? 

Estamos pendientes de las inminentes elecciones a la  presidencia de la CEOE. No hay ninguna candidata a tal presidencia. En cualquier “papel salmón” o revista de actualidad económica, la presencia femenina  es, básicamente, inexistente. ¿Por qué ocurre esto? El hecho incuestionable de que la presencia femenina no acaba de alcanzar una posición de influencia, poder, presencia y relevancia social, política y económica, suele relacionarse con el hecho de la maternidad (estadísticamente está comprobado el parón en la carrera de muchas profesionales alrededor de los treinta años) o responsabilidades familiares y, de forma secundaria, con las relaciones sociales (hay más causas muy documentadas pero, en aras a la brevedad, me centro en estas dos como causas focales). Aunque también hay que reconocer que existe un fenómeno en el que la propia mujer rebaja su nivel de ambición y competitividad, priorizando aspectos de la vida personal, parece evidente que  algo no funciona. 

La discriminación femenina en el camino del éxito por uno de estos motivos es lo  que se intenta corregir por la vía de las “cuotas”, de una forma que no ataca el problema, sino a los síntomas,  y con  un elevado índice de efectos secundarios indeseables. Pese a todo, muchos aceptan que esta discriminación positiva es un mal menor y un paso previo necesario a un mejor y mayor asentamiento de la mujer en puestos de responsabilidad y relevancia, sobre la  presunción o la esperanza de que, una vez deje de ser noticia el nombramiento de la “primera mujer” en este o aquel cargo, la normalidad de una situación plenamente aceptada haga caer los últimos bastiones de un machismo cultural que aún no ha sido totalmente extirpado. Asimismo, de las mandatarias femeninas, se espera que ayuden a que la famosa “conciliación de la vida familiar y laboral” deje de ser un problema femenino para alcanzar su verdadera dimensión de problema social global.
Lo cierto es que  tengo serias dudas de que esta visión de “el fin justifica los medios” sea acorde a la justicia y a la realidad. Temo que, por el contrario, sirva para potenciar prejuicios con imágenes de mujeres que ocupan puestos por cuota y no por valía, o que juegan a la picaresca con la legislación social de igualdad, o que suponen altos costes para la empresa y su estabilidad económica y organizativa. A pocas horas de la pasada crisis de Gobierno, no vamos a hacer sangre con determinados nombramientos, pero no está claro que se haya corregido un camino epatante y errático, en cuánto a la ejemplaridad, mérito o capacidad de las promocionadas.

Frente a la política de cuotas, me parece mucho más interesante que se potencie un ejercicio de auto-responsabilidad en el que, lejos del victimismo o del paternalismo, se promueva por toda la sociedad y, en especial, desde la Administración y la Empresa, que las mujeres pugnen por los puestos sociales, políticos y laborales que crean que les corresponden, así como a que creen y trabajen en sus redes sociales como un factor elemental de su desarrollo, y  pongan en valor y hagan visible su presencia y sus logros, opten a cargos de representación, por ejemplo en asociaciones, federaciones o confederaciones sectoriales, colegios profesionales o cualquier otra organización de representación colectiva, sin complejos, con ambición,  siendo competitivas y, si es necesario,  reivindicativas

Lo curioso es que estos mismos objetivos y recomendaciones son igualmente aplicables a mujeres y a varones. Porque los objetivos son los mismos para los dos. Porque el ámbito empresarial, social y político debe ser el mismo para los dos y con las mismas reglas. 

Se trata de llegar, por la vía de los hechos, a hacer de esta verdad algo tan evidente que resulte ridículo su cuestionamiento. 

Como conclusión parece que no podemos dejar de reconocer que el techo de cristal sí existe. Parece también que la implantación de cuotas y un intervencionismo administrativo en la organización de las empresas no es la solución. Parece, por último, que nos encontramos con un trabajo que ha de realizarse con tesón, valor, esfuerzo y educación. Por parte de todos. Así sea.


María Luisa Cid Castro
Abogada  y Presidenta de la Fundación Galega da Muller Emprendedora

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