miércoles, 27 de octubre de 2010

LA INVERSIÓN EN CAPITAL HUMANO DE LOS JÓVENES GALLEGOS. ¿SIGUE SIENDO RENTABLE LA EDUCACIÓN?

La rentabilidad de la educación es uno de los temas más debatidos en economía de la educación. La mayor parte de las teorías existentes coinciden en considerar la formación como un bien de inversión que aumenta la probabilidad de que un individuo perciba salarios más elevados. La decisión de adquirir educación adicional por parte del joven va a estar influida por los costes individuales directos y de oportunidad de esta opción, y por las repercusiones que puede tener en las oportunidades de empleo y en los niveles futuros de renta.
Pero la literatura, tanto teórica como empírica, apunta a que otras características como el sexo, la edad, la experiencia, la habilidad innata, así como la propia actitud del joven hacia el trabajo (su predisposición a aprender,a innovar contenidos, etc) pueden ser cruciales para que una personaconsiga un puesto de trabajo que sea estable y que esté bien remunerado.
Este artículo describe y aplica la metodología empleada en la literatura sobre rendimientos de la educación al colectivo de los jóvenes entre 16 y 34 años, tomando como referencia la «ecuación de ingresos de Mincer» y teniendo en cuenta los posibles ses-gos que aparecen en la misma, así como el efecto que produce en los rendimientos de la educación la desagregación de la escolaridad por nivel de estudios completado.
El trabajo se estructura en 6 apartados. En el segundo, se realiza una revisión de la literatura existente, haciendo especial énfasis en el marco teórico de las ecuaciones de ingresos. En el tercero se revisan los resultados de algunos de los principales estudios empíricos sobre rendimientos de la educación existentes en nuestro país. En el cuarto se describen las especificaciones del modelo y las principales características de la base de datos utilizada. En el quinto se muestran los resultados de la estimación de los efectos de la educación y la experiencia laboral en los salarios de los jóvenes. Finalmente, el trabajo se cierra con una recopilación de las principales conclusiones.
 
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Por:
 
MARÍA JESÚS FREIRE SEOANE (Directora del Observatorio Ocupacional de la Universidad de A Coruña y miembro del Consejo Asesor de la Fundación Galega da Muller Emprendedora.
MERCEDES TEIJEIRO ÁLVAREZ (Profesora de Análisis Económico y Administración de Empresas de la Universidad de A Coruña).

viernes, 22 de octubre de 2010

CUOTAS (VS TECHO DE CRISTAL)


La cuestión de las cuotas como discriminación positiva a favor de la presencia de la mujer en puestos de relevancia política o empresarial me produce una clara sensación de rechazo, ya que cualquier discriminación siempre será positiva para quien se beneficie, a costa de ser negativa para otra persona. 

El argumento de que determinados segmentos sociales no se encuentran en igualdad de condiciones para competir, es muy utilizado, especialmente en lo que se refiere a cuotas reservadas para personas con discapacidad o en segmentos de población con especial riesgo de exclusión social, por poner dos ejemplos. Pero este argumento siempre me hace dudar sobre su aplicación a una mujer que puede ser sana, joven, con renta, cultura y formación por encima de la media. En este caso, ¿es el hecho de ser mujer suficiente como para equipararla a una persona con una discapacidad superior al 33% o a un inmigrante con otro idioma y cuatro hijos a su cargo? 

Estamos pendientes de las inminentes elecciones a la  presidencia de la CEOE. No hay ninguna candidata a tal presidencia. En cualquier “papel salmón” o revista de actualidad económica, la presencia femenina  es, básicamente, inexistente. ¿Por qué ocurre esto? El hecho incuestionable de que la presencia femenina no acaba de alcanzar una posición de influencia, poder, presencia y relevancia social, política y económica, suele relacionarse con el hecho de la maternidad (estadísticamente está comprobado el parón en la carrera de muchas profesionales alrededor de los treinta años) o responsabilidades familiares y, de forma secundaria, con las relaciones sociales (hay más causas muy documentadas pero, en aras a la brevedad, me centro en estas dos como causas focales). Aunque también hay que reconocer que existe un fenómeno en el que la propia mujer rebaja su nivel de ambición y competitividad, priorizando aspectos de la vida personal, parece evidente que  algo no funciona. 

La discriminación femenina en el camino del éxito por uno de estos motivos es lo  que se intenta corregir por la vía de las “cuotas”, de una forma que no ataca el problema, sino a los síntomas,  y con  un elevado índice de efectos secundarios indeseables. Pese a todo, muchos aceptan que esta discriminación positiva es un mal menor y un paso previo necesario a un mejor y mayor asentamiento de la mujer en puestos de responsabilidad y relevancia, sobre la  presunción o la esperanza de que, una vez deje de ser noticia el nombramiento de la “primera mujer” en este o aquel cargo, la normalidad de una situación plenamente aceptada haga caer los últimos bastiones de un machismo cultural que aún no ha sido totalmente extirpado. Asimismo, de las mandatarias femeninas, se espera que ayuden a que la famosa “conciliación de la vida familiar y laboral” deje de ser un problema femenino para alcanzar su verdadera dimensión de problema social global.
Lo cierto es que  tengo serias dudas de que esta visión de “el fin justifica los medios” sea acorde a la justicia y a la realidad. Temo que, por el contrario, sirva para potenciar prejuicios con imágenes de mujeres que ocupan puestos por cuota y no por valía, o que juegan a la picaresca con la legislación social de igualdad, o que suponen altos costes para la empresa y su estabilidad económica y organizativa. A pocas horas de la pasada crisis de Gobierno, no vamos a hacer sangre con determinados nombramientos, pero no está claro que se haya corregido un camino epatante y errático, en cuánto a la ejemplaridad, mérito o capacidad de las promocionadas.

Frente a la política de cuotas, me parece mucho más interesante que se potencie un ejercicio de auto-responsabilidad en el que, lejos del victimismo o del paternalismo, se promueva por toda la sociedad y, en especial, desde la Administración y la Empresa, que las mujeres pugnen por los puestos sociales, políticos y laborales que crean que les corresponden, así como a que creen y trabajen en sus redes sociales como un factor elemental de su desarrollo, y  pongan en valor y hagan visible su presencia y sus logros, opten a cargos de representación, por ejemplo en asociaciones, federaciones o confederaciones sectoriales, colegios profesionales o cualquier otra organización de representación colectiva, sin complejos, con ambición,  siendo competitivas y, si es necesario,  reivindicativas

Lo curioso es que estos mismos objetivos y recomendaciones son igualmente aplicables a mujeres y a varones. Porque los objetivos son los mismos para los dos. Porque el ámbito empresarial, social y político debe ser el mismo para los dos y con las mismas reglas. 

Se trata de llegar, por la vía de los hechos, a hacer de esta verdad algo tan evidente que resulte ridículo su cuestionamiento. 

Como conclusión parece que no podemos dejar de reconocer que el techo de cristal sí existe. Parece también que la implantación de cuotas y un intervencionismo administrativo en la organización de las empresas no es la solución. Parece, por último, que nos encontramos con un trabajo que ha de realizarse con tesón, valor, esfuerzo y educación. Por parte de todos. Así sea.


María Luisa Cid Castro
Abogada  y Presidenta de la Fundación Galega da Muller Emprendedora

miércoles, 6 de octubre de 2010

CUESTIÓN DE CONFIANZA. Por María Luisa Cid Castro

El periódico Cinco Días daba esta semana el dato de que la confianza del consumidor ha bajado más de dos puntos en septiembre respecto de agosto y señala como causante de esta baja confianza al índice de desempleo.

Al analizar y priorizar entre las distintas causas de que la economía no acabe de arrancar, buscando la clave de entre todos los problemas, el de la falta de confianza se perfila como un buen candidato a ese dudoso honor.

Existe falta de confianza en la recuperación del empleo,  y tampoco acabamos de creer en el nivel tecnológico y la competitividad de nuestras empresas, o en la posibilidad de eficacia en la burocracia administrativa, ni en el sistema jurídico, o en las instituciones públicas, en la clase política, en el sistema educativo …falta de confianza en casi todo.

En el país de las tertulias (de sobremesa, de cafetería, radiofónicas o  televisivas), en el que todos hablamos de todo, sobre todo para criticar, la falta de confianza es una patología. Y, tras unos años en que parte de la población ha vivido del wishful thinking , cuando la realidad de esta tremenda crisis se ha impuesto, la poca confianza que quedaba, simplemente se ha desvanecido sin dejar rastro.

Nadie se atreve a acometer riesgos, ni grandes, ni pequeños. El que tiene dinero no lo gasta, el que busca un empleo sólo busca opositar a funcionario, el que puede hacerlo se prejubila. Algunos se plantean regresar a la antigua práctica de meter su dinero en el colchón.

Ante este panorama, la recuperación de la confianza es la piedra de toque, el elemento del que carecemos para iniciar realmente  el camino de la remontada. No hay solución, ni soluciones que no pasen por una nueva confianza y una nueva generación con capacidad e incluso deseos de arriesgarse y luchar.  Ahora que cunde el desánimo y no sin motivo, el buen líder será el que consiga hacer de su discurso una arenga eficaz que insufle ánimo y, en definitiva, confianza en que las cosas pueden mejorar.

Peor para ganar esta confianza de un público escéptico y herido por las graves consecuencias de esta crisis, esta confianza debe ganarse desde el respeto. El respeto al ciudadano y a la propia realidad, con un planteamiento creativo pero razonable, creíble para un ciudadano consciente e informado. Más allá de las quimeras, esta confianza se ganará con un análisis serio que pase por reconocer que cualquier decisión tendrá un coste y que el trabajo será duro y, posiblemente, largo.
A estas alturas, este precio seguramente es ya aceptable para casi todos. Esfuerzo y trabajo duro, a cambio de resultados. Como siempre. Como, seguramente, nunca debió dejar de ser.

María Luisa Cid Castro
Abogada  y Presidenta de la Fundación Galega da Muller Emprendedora

lunes, 4 de octubre de 2010

GALICIA, ¿SI NO FUERA POR LOS DADOS? . Por Venancio Salcines

Los dados eran tirados una y otra vez. Un grupo de jefes tribales godos se estaba jugando las provincias romanas de Hispania. A los suevos le tocó Gallaecia. Y ese pueblo, acostumbrado a caminar por la orilla norte del Danubio, cruzó las Galias para encontrarse con un mundo de valles, ríos y montañas. Roma, centrada en su declive, le cedió el paso a un pueblo al que siempre había despreciado.

Lo primero que adoptaron los suevos fue la ortodoxia cristiana de Roma. Al hacerlo facilitaron que su creación como “sociedad” fuera articulada por la Iglesia. La tierra de los valles y ríos se inundó de religiosos y como no, también de monasterios. Los monjes, que tuvieron pronto claro que renunciaban al trabajo mundano, gestionaban su economía a través de dos normas, la primera, que los novicios si querían vivir ajenos al trabajo manual, debían donar tierras al monasterio. La segunda, que la gestión de esas tierras sería subcontratada, generalmente a un miembro de la baja nobleza o a un campesino pudiente quien a su vez volvería a subcontratar la tierra. En algunos casos, este proceso se repetiría hasta el punto que el último agricultor sólo obtenía lo justo para alimentarse. Pasados los años, y en bastantes casos siglos, esa tierra llegó a ser propiedad de quien la trabajaba. Había nacido el minifundismo en Galicia y una estructura económica basada en el campo y en el pequeño propietario. Hoy ese mundo aun pervive. La ausencia de grandes extensiones de terreno, por ejemplo, impide que florezca el sector lácteo, que obligado a alimentar al ganado con pienso, ve como se le encarecen los costes, provocando una situación crónica de perdidas.

La hacienda de los Austrias cuidaba a las provincias que aportaban lana, cereales, aceite o vino, ya que eran mercancías que se exportaban con facilidad y en consecuencia facilitaban la entrada de plata en las arcas, necesaria, por otra parte, para pagar las tropas mercenarias que guerreaban para la corona. Quizás por este motivo Galicia, ausente de recursos exportables, tardó en tener asiento en las Cortes de Castilla y quizás también por ello, nunca le preocupó a la Corona ¿Consecuencia? Se creó y consolidó un fortísimo tejido agrario formado por pequeños empresarios del campo y con una clara tendencia conservadora. Esa realidad pasada sigue hoy vigente, aunque con matices.

Hay algo más que campo en Galicia y eso se lo debemos a los Borbones. Con su entrada en España cambiaron las estrategias de gobierno y eso nos favoreció. Felipe V, haciendo caso a su abuelo francés, el Rey Sol, decidió crear una gran armada que permitiera mantener la gloria militar de su reino ¿Consecuencia? Nació la ciudad de Ferrol y sus astilleros. Hoy sigue funcionando, volcada en la industria militar y con una capacidad de arrastre claramente inferior a la de su momento de más apogeo, hace cuatro décadas.

A sólo unas millas por mar de Ferrol se encuentra la ciudad de La Coruña, A Coruña que me obligaría a decir mi clase política. Esta península con una extensión muy reducida, parecida a la de Cádiz, encontró a su rey mago en Carlos III y en su política de liberalizar el tráfico marítimo. A finales del siglo XVIII el puerto coruñés abrió vías de tráfico con puertos americanos como Buenos Aires, La Habana o Veracruz, provocando un flujo de comerciantes de toda España hacía la ciudad. Llegaron de Cataluña, Logroño, País Vasco, Asturias, de las castillas, etc. Todos querían abrir “casa” y alcanzar su particular dorado. Una de las primeras repercusiones de esta entrada de “sangre nueva” fue idiomática. Los nuevos moradores usaron como lengua franca el castellano, sus oficiales les emularon y al inicio del siglo XIX La Coruña era una urbe de servicios y que se comunicaba esencialmente en castellano. La Galicia interior, volcada en el gallego y el campo, rápidamente observó la diferencia. Percibió que se estaban creando dos Galicia claramente distintas. Incluso, muchos que nunca entendieron la lógica de esta ciudad, interpretaron su uso del castellano como un desprecio al resto de Galicia. Hoy, estos son minoría, pero aún perviven los que creen que el amor por Galicia se mide por la lengua que se pronuncia.

La apertura de los puertos americanos también beneficia a Vigo, aunque no llega a consolidar una sociedad de comerciantes tan poderosa como la coruñesa. Quizás porque los que arriban son más industriales que comerciantes. Se asientan, entre sus fortificadas murallas, expertos en salazón, jabón, elaborados del cuero y el lino. La naciente ciudad de Vigo da sus primeros pasos con hombres acostumbrados a construir, no a vender, pero con un ojo siempre puesto en la mar. Mientras el interior gallego se sigue forjando en el campo y teniendo como principal referencia a la clerical y conservadora ciudad de Santiago, la costa ve emerger con fuerza a ciudades inquietas y liberales, abiertas al mar, generadoras de desarrollo. La capital del sur de Galicia, Vigo, sabe casar industria y mar prácticamente desde los principios del siglo XIX y el XX lo encara entrando con descaro en la congelación de la pesca, incluso en alta mar, y en la apertura de nuevos caladeros. Desarrolla las industrias colaterales a la pesca, como la naval y se vuelca, a mediados de siglo, con un sector emergente, que es la automoción. Citroën, desde 1958, animado por el buen saber hacer de los obreros vigueses realiza continuas apuestas por su factoría, incrementando permanentemente su presencia y la de la industria auxiliar en la vida económica del sur de Galicia. Hoy nuestra autonomía es la más dependiente de España hacia un empresa ¿O deberíamos decir dos?

El gran devenir gallego tiene mucho que ver con los grandes hilos argumentales de nuestra historia económica. Sin embargo, estas dos grandes empresas están al margen de esos elementos. Citroën se afinca con el visto bueno del régimen franquista, que desea, a su manera, articular España. Y en La Coruña nace un Imperio de la mano de un hombre carente de miedos y con una visión del negocio excepcional, que es Amancio Ortega. Pero estos dos casos son excepciones, los grandes empresarios de Galicia sí son consecuencia de nuestra historia. El financiero gallego por excelencia, José María Arias, Presidente del Banco Pastor, es miembro de la saga familiar de los fundadores del banco, unos catalanes de Canet del Mar que llegaron impulsados por las políticas de Carlos III. El primero de los Rivera, creador de la mejor cerveza del mundo, la Estrella Galicia, es un gallego retornado de uno de nuestros puertos de referencia, Veracruz. Otros, como los Fernández de Sousa, fundadores y gestores de Pescanova, reflejan perfectamente el matrimonio secular de Vigo con el mar.

Así somos los gallegos, en lo económico, una consecuencia de nuestro pasado. Ahora, al igual que su tierra, estamos construyendo nuestro futuro, quizás en mayor simbiosis que nunca. Nos sentimos orgullosos de nuestro campo pero somos conscientes de que para tener futuro debemos seguir siendo una tierra de navegantes abierta al mundo. Abierta a usted.



 Venancio Salcines Cristal
Presidente de la Escuela de Finanzas